RECORDANDO A LAS HERMANAS DALTON (Mark Debrest)


     Mi hermana Geraldine me ha comunicado que ha muerto la última de las hermanas Dalton, la más pequeña, propietarias de la gran panadería y pastelería de San Martin. En realidad, Dalton no era su apellido. Su auténtico apellido era el de Hollander y tenían ascendencia sueca.

    Geraldine y yo poníamos motes a muchas personas para distraernos. Era curioso el caso de estas hermanas; en primer lugar porque eran cinco hermanas solteras, sólo los dos hermanos mayores se habían casado y tenido descendencia. El curioso nombre era debido a que las cinco hermanas, extrovertidas, educadas, refinadas y no muy agraciadas, de temperamentos bastante iguales, no lo eran con la altura, ya que la mayor era muy alta, altísima y la menor era baja, casi medía metro sesenta. Puestas en fila, de mayor a menor, parecían graciosas, como en el cómic de Lucky Luke, donde salían los hermanos Dalton, de diferentes alturas progresivas; de ahí su cariñoso apodo.

     El lema de las hermanas Dalton (permitidme que las llame así pues siempre lo había hecho para enfado de mis padres y hermanos mayores, excepto Geraldine) era el de vivir para trabajar y parecían muy felices con ello. Viéndolas en acción, vendiendo pan, pastas y pasteles, uno disfrutaba pues eran como un pequeño ejército que nunca descansaba desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche, pulcramente vestidas y arregladas. Aunque me consta que alguna vez alguna de ellas también había hecho pastas y algún pastel, eran principalmente los hombres de la casa los que se encargaban de hacerlos, incluso también el padre y dos primos. La hermanas Dalton eran ya la cuarta generación de la familia.

     Vivían en una bonita torre victoriana de tres pisos, bellamente decorada, en cuyo hall y salón había la panadería, la pastelería y un salón de té. Todo era buenísimo. Decían que el secreto era el agua con la que hacían la masa y de ciertas sustancias aromáticas, aunque en realidad nunca se supo. Más tarde me enteré de que habían ganado varios premios. Eran unas hermanas inteligentes, buenas vendedoras y también tenían gusto al exponer las pastas y pasteles en bandejas doradas o plateadas de forma simétricas, a la vista de todos, sobre todo de los más pequeños que tenían la nariz aplastada a la gran pared de vidrio, viendo alguna pasta apta para comer (yo mismo lo hacía a los cuatro años y me acuerdo perfectamente.) Las ventas crecían sin parar, sobre todo durante las vacaciones de verano. Hablar de la panadería Hollander era hablar de San Martin.

     Las hermanas Dalton se convirtieron eran una celebridad en el pueblo ya que vivieron muchos años. Nunca se casaron. No salían apenas de San Martin. Se hacían compañía las unas con las otras y su trabajo fue su pasión. Trabajaron hasta los ochenta años en la tienda. Más tarde me enteré de que para ellas fue un consuelo y un refugio. Ni se plantearon casarse, excepto una y la cosa no salió bien. Quizá quedaron demasiado aisladas. Vivieron toda su vida, sin achaques, hasta los últimos meses. La muerte se las fue llevando una a una, en silencio, y por orden de edad.

     Cuando llegó el verano fui a San Martin para dar el pésame a sus sobrinos, y la menor, Stephanie, me habló de una forma muy cariñosa. Me dijo que a todas las hermanas les gustaba yo desde que eran un niño pues era amable, educado y gracioso con ellas. Ya de mayores supieron de mi interés por la gastronomía pues había puesto un restaurante muy importante en la city de Londres, dando especial énfasis a los postres. Stephie, como así la llamo yo, ya que tiene casi mi misma edad, me dio un sobre de su difunta tía que iba dirigida hacia mí.

     Al abrir el sobre por la noche, en mi habitación del hotel, leí unas amables palabras dirigidra mí fue una emoción muy grande al ver que su pequeño secreto me lo habían transmitido y confiado. Ahora mis clientes también podrían disfrutar al saborear el pastel de nata y fresas con almendras, el pastel de chocolate con crema y naranja y el pastel de limón con kiwi, a cual más bueno.

     Gracias as a mí y luego vi, para gran sorpresa mía, la receta de tres pasteles; de mis tres pasteles preferidos.

     Un recuerdo para las cinco: Clarisa, Vera, Mary, Lidia y Stephanie.

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