14 MICRORRELATOS FANTASTICOS (MARK DEBREST)
14 MICRORELATOS (Mark
Debrest)
7 MICRORELATOS TRISTES
1.-PECOSO
Cuando era pequeño, todos los sábados por la mañana, mi madre y yo íbamos a comprar el pan en una bonita y pequeña panadería muy cerca de casa. Para mí era un día muy feliz, ya que no había colegio y podía estar más tiempo con mi madre a quién adoraba. Y allí, en el mostrador de la panadería, siempre veía con optimismo y simpatía a la dueña, la Sra. Emilia, a la que mi madre y yo apodábamos la “quiénesquémás” pues siempre, y con rapidez, preguntaba a quién le tocaba y qué más quería comprar. Cuando llegaba el turno a mi madre, la guapa y recia Sra. Emilia me miraba también a mí, con sus grandes y expresivos ojos azules, como los míos. Y me miraba con atención por varios motivos: porque yo siempre tenía una contagiosa sonrisa y brillo en los ojos, era pelirrojo y tenía muchísimas pecas en mi rostro, algo que yo detestaba. Después de comprar el pan, me daba casi siempre un cromo para mi colección, diciéndome: “Ten este cromo, Pecoso” y yo le respondía con un tímido “gracias”.
Después de muchísimos
años, en 2004, se celebró una fiesta con motivo de su centenario, y mucha gente
fue a verla para saludarla y hablar con ella. La Sra. Emilia, afortunadamente,
se encontraba muy bien de salud, lúcida y con buena memoria. Cuando llegó mi
turno en la aglomeración que había en la tienda, la miré con ternura y le dije
flojito: “Sra. Emilia, ¿sabe quién soy? ,¿se acuerda usted de mí? Y ella, con
aquellos ojos tan bellos de color azul, pero ya muy pequeños, se me quedó
mirando extrañada, como ausente…pero de repente dijo con fuerza: “Pecoso”. Me
reconoció y me dio un fuerte beso en la mejilla y yo a ella. Me emocioné. Lo
que me sorprendió fue que me dijera, a continuación y con lentitud, que cómo iba mi trabajo como científico.” ¿Y
cómo sabe que lo soy?” Le dije muy asombrado. “Nunca te gustaron tus pecas,
querías borrarlas de tu rostro y alguna vez me dijiste que lo conseguirías”.
“Sí, y al final conseguí borrar muchas que me afeaban” . “Ya lo veo, ya… pero
con la desaparición de las pecas también ha cambiado tu expresión y veo…que no
eres feliz”. Al decir aquello se me humedecieron los ojos pues me dijo la
verdad. A su edad, ¿cómo lo adivinó? “Ay, pecoso –dijo finalmente- con lo guapo
que eras con tantas pecas y ahora con menos…eres otro”.
2.-EL ASCENSOR
El ascensor de nuestro bello, señorial y antiguo edificio ya no funciona; y no tiene arreglo posible.
El ascensor,
que conoció a tantos y variados vecinos, tantísimos años, y que era el nexo de
unión entre ellos, con sus charlas alegres, algunas tristes y otras monótonas,
ya no estará con nosotros. Tenía noventa años, como yo, que nací en 1925.
El ascensor, de
madera clara y acero brillante, bellamente decorado por fuera y por dentro, un
poco oscuro en su interior y que bajaba y subía con lentitud, con
majestuosidad, se ha ido para siempre y sin hacer ruido.
Para mí ha
sido un disgusto enorme pues lo vi y utilicé toda mi vida: con mis padres,
hermanos y abuelos y luego con mi mujer, mis hijos, nietos y biznietos. Hizo un
gran servicio a la comunidad de tantísimos vecinos durante muchos años, no
estropeándose casi nunca. Era casi como un milagro que durara tanto tiempo,
aunque no era de extrañar pues era uno de los mejores y de los más caros de la ciudad.
Pero todo
tiene su final, todos lo tenemos; sin llegar nunca a acostumbrarnos a su
ausencia.
El ascensor
será reemplazado por otro. ¿Por otro? No quiero, no. Mi ascensor no puede
reemplazarse. Debe quedarse ahí pues forma parte de la historia del edificio,
de mi edificio. Y que no, que no lo toquen, por favor. ¡Qué no lo toquen!
El ascensor ha
muerto.
Sí, ha muerto.
Y yo…
…un poco con
él.
3.-EL LARGO VIAJE
̶ Pero Irene, ¿todavía estás aquí con zapatillas? Debes prepararte. Ya ves que han venido también Juana y Claudia.
̶ Sí, ya lo
veo ̶ le contestó un poco impaciente
aunque de buen humor ̶ Hola, chicas. Sólo tardaré unos minutos.
̶ Es un lugar
maravilloso y te están esperando con mucha alegría ̶ dijo Claudia también muy contenta.
̶ Ya me lo
imagino y espero pasar mucho tiempo. Pero sabéis que os digo, que ojalá sea
para siempre.
̶ Yo creo que
sería una gran idea. Creo que ya debes cambiar de lugar. Yo creo que es el
momento, no debes esperar más –dijo entonces Juana con dulzura.
̶ Sí, creo que
será lo mejor.
Entonces una
guapa mujer de cabellos rubios de unos cuarenta años abrió la puerta de la
habitación después de dar unos golpecitos en ella y le dijo con suavidad:
̶ Sra. Irene. ¿Cómo se encuentra hoy? ¿Todo bien?
̶ Sí, gracias, estupendamente. Mis hermanas
han venido a buscarme para realizar un largo viaje. Quizá me quede con ellas.
̶ Sí, señora… cuídese
mucho ̶ dijo con ternura al verla tan
contenta.
Entonces la
mujer cerró la puerta de aquella bonita habitación en la que solamente había
una guapa mujer nonagenaria inválida, con el cabello largo y blanquísimo y que
había nacido con el siglo, postrada en la cama.
̶ Sí ̶ dijo
para sí la anciana con un brillo especial en los ojos ̶ Debo prepararme con
rapidez. Como ve, han venido mis hermanas para acompañarme. Estoy muy contenta y
emocionada porque voy a realizar el largo viaje. Soy la última de la familia.
El reencuentro con todos será muy emotivo .Ya tengo muchas ganas de verlos,
abrazarlos y hablar con todos ellos. Sobre todo con los papás. ¡Después de
tantísimos años! ̶ exclamó la anciana mujer muy emocionada y como si volviera a
la niñez ̶ Será un viaje maravilloso.
4.-LA ANCIANA DEL METRO
Ocurrió el año pasado, en 2017, y me acuerdo tan vivamente que, a veces, por las noches, lloro de la emoción al recodarlo. Son hechos que no se olvidan jamás.
Regresaba de
una reunión de trabajo, muy cansado, y cogí uno de los últimos metros de la ciudad,
el de la una de la madrugada. Cuando iba a subir las escaleras que daban a la
calle, vi a mi derecha, al pie de la escalera, a una anciana y pobre mujer
sentada pidiendo limosna. Aquello me extrañó pues no había nadie, excepto ella
y yo, que estaba a punto de celebrar mi 30 cumpleaños.
Pero lo que
sorprendió muchísimo es que la mujer que había allí se parecía mucho a mi
queridísima abuela fallecida hacía muchos años de quién no llegué a despedirme.
Recuerdo que le sonreí y ella me hizo lo mismo. Le di una limosna y me
respondió con un breve y dulce gracias como respuesta. Hasta la voz se parecía
a la de mi abuela. Yo estaba en shock.
Quedé tan
impresionado y trastornado (todo hay que decirlo) que durante los cuatro días
siguientes hice lo mismo para asombro de mi mujer que no entendía nada de lo
que me sucedía y que, afortunadamente, no me hizo muchas preguntas de lo que me
pasaba.
El cuarto día
consecutivo, la última vez que la vi, con lágrimas en los ojos, le dije a modo
de última despedida.
̶ Adiós,
abuela, adiós. Cuídese mucho, por favor.
̶ Muchas
gracias por tus visitas. Eres muy bueno y considerado.
Y después sacó
de su bolsillo una cajita. Y de la cajita, un pequeño prisma. Luego añadió:
̶ No estés
triste. Cuando haga sol y una lágrima tuya se derrame aquí, verás mil colores
que harán irradiar de felicidad tu espíritu.
¡Qué bonitas
palabras! Yo estaba impresionadísimo. Solo pude decir inundado por la emoción:
̶ Gracias.
̶ Hasta
siempre, querido –respondió con dulzura.
Y me fui.
A la noche
siguiente también me dirigí a la boca del metro, pero ya no la encontré. Al que
vi fue a un encargado que estaba sentado leyendo un periódico.
̶ Con este frío
y una anciana aquí sentada pidiendo limosna tantos días. Pobrecita ̶ le dije con tristeza.
̶ ¿Una
anciana? ̶ se extrañó el delgado y
bajito encargado̶ ¿Qué anciana?
̶ Una anciana
que estaba ahí sentada. Durante cuatro días seguidos la he visto y he hablado
con ella.
̶ Perdone
joven pero ahí no había nadie. No ve el cartel que pone “Obras”.
̶ Es verdad
–le contesté muy extrañado tocándome nervioso e inconscientemente mis cabellos
rubios ondulados y también mi barba y bigote ̶ Pues no entiendo nada… Yo vi a una anciana.
Sí, sí, la vi... La vi – dije finalmente confuso aunque con decisión.
̶ No ve el
suelo recién arreglado –dijo un poco de malhumor aquel hombre ̶ ¿Cómo quiere que esté una persona aquí
sentada? No tiene sentido.
̶ La vi y
punto ̶ dije también un poco molesto y
ya muy nervioso ̶ no son imaginaciones
mías. Y ahora me voy, señor. Buenas noches.
̶ Lo que había
ahí ̶ dijo de pronto el hombre señalando la pared ̶ era un dibujo de una anciana mujer, bella,
delgada, de cabellos blancos y cutis muy fino.
̶ ¡Es
ella!- exclamé muy sorprendido pero con
angustia ̶ Pero no puede ser. ¡No puede
ser! ¡Yo vi a una mujer! Una anciana y pobre mujer que pedía limosna, que
estaba sola y que aguantaba el frío como podía, con una manta y cartones. ¡Pobre
mujer! Y sabe qué, ¿sabe lo me impresionó?
Pues que aquella mujer se parecía muchísimo a mi abuela a la que quise
tanto.
̶ Perdone
joven, tranquilícese usted y no se moleste por favor–dijo entonces el hombre más
tranquilo ante mi desespero ̶ Pero le
reitero que aquí no
había una
mujer, sino un dibujo. Y lo sé perfectamente porque yo mismo lo
dibujé. Pero
desapareció hace cuatro días sin que nadie lo haya encontrado para gran
disgusto mío.
5.-ADIÓS, SR. TEMPLETON
El Sr. Bernard Templeton, de 94 años, muy alto y delgado y todavía con un bello rostro, yacía moribundo en su cama de matrimonio, rodeado de su mujer e hijos. Sabía que su final estaba muy cerca, acaso sólo le quedaban unos pocos minutos de vida e hizo un balance de ésta. Fue una persona bastante feliz. Y daba gracias a Dios por ello, pues tuvo una buena infancia, juventud, madurez y una larga vejez. El corazón le falló el último año, debilitándolo mucho, hasta ya no salir de su cama.
Ya llegaba su
final poco a poco, silenciosamente, lo notaba perfectamente. Y cuando
finalmente expiró, su espíritu se liberó de su cansado y enfermo cuerpo. Y pudo
verse en la cama como si estuviera dormido y todos en llanto.
Estuvo
mirándolos unos momentos y así pudo despedirse de ellos. Pero luego su espíritu
avanzó, y empezó a desplazarse por su querida casa. Y después, lentamente,
salió de su domicilio hasta llegar a la ancha y alargada entrada principal del
edificio, donde destacaba el mármol blanco del suelo y el oscuro de la pared.
Y de pronto,
de forma sorprendente, fueron apareciendo espectros de antiguos vecinos que
también habían fallecido. Algunos de ellos desde hacía muchísimos años que
fueron los primeros en aparecer. Él se encontraba en el centro y los iba viendo
a los dos lados de aquella entrada tan bonita y señorial. ¡Cuántos vecinos
había y se estaban despidiendo de él! ¡Qué bonito! Aquello no era de extrañar
ya que el Sr.Templeton vivió en aquella casa desde los cinco años y había
conocido a muchos.
A medida que
su espíritu se dirigía a la puerta principal, que daba a una ancha calle con
mucha gente, vio que ya no era así, sino que al fondo solo había una luz blanca
que de momento era muy débil.
Los últimos en
aparecer fueron sus familiares que habían vivido con él: sus abuelos maternos,
sus hermanos y sus padres; sobre todo mamá. Todos tenían una sonrisa en la
boca, con una expresión de dulzura y lo seguían con la mirada hasta que
desaparecían, como los otros. La última en desaparecer fue su madre a la que
estaba muy unido. Una sonrisa en su bello rostro, un “te quiero” pronunciado
muy flojito en sus labios y un beso cariñoso en su mejilla. Que cerca estaba
mamá de él. Qué gran alegría. “¡Cuánto te quiero, mamá!, pensó”.
Ahora el Sr.
Templeton estaba a punto de cruzar la gran puerta de la entrada principal y la
luz blanca se hizo cada vez más intensa. Pensó que la puerta de su querido
edificio se había convertido en la puerta para ir al Cielo. Y era cierto.
La Luz Divina
lo envió al infinito… y por fin el Sr. Templeton entró en el Paraíso. Y allí
volvieron a aparecer sus familiares y amigos. Qué emoción tan grande y cuánta
felicidad. Gracias, Dios mío, por el reencuentro con los míos después de tantos
años…
6.-LA SRTA. SHAW
¿Habéis visto la película “Mary Poppins”? Pues debo deciros que la Srta. Shaw, protagonista de esta pequeña historia, se parecía a ella, físicamente y bastante en carácter. Mas no en edad, ya que la mujer debería rondar los setenta años.
La Srta. Shaw
era la perfecta dama de compañía y/o niñera, aunque últimamente se encontraba
bastante cansada, signo inequívoco de la edad. Decían que era muy hábil en
controlar y educar a los niños, aunque yo creo que nunca le gustaron. Le
caracterizaba su gran dominio de sí misma, su perfecta presencia (pues era de
una pulcritud extrema), su cultura y su férrea disciplina. Carecía de sentido
del humor y tenía un rostro inexpresivo. Una mujer soltera, muy clasista a
nivel social, con ciertos aires de superioridad y con aparentemente buena
salud. No era ni guapa ni fea. Más bien bajita, un poco gruesa, con el cabello
ya canoso recogido en un moño bajo. Usaba gafas desde hacía poco tiempo. La
Srta. Shaw tenía pocas amistades y familia y sobre todo viajaba por toda
Inglaterra para trabajar. Y de trabajo no le faltó nunca porque era una gran
profesional, con mucho éxito. Las familias no se quejaban, sino todo lo
contrario, quedaban encantadas con ella; aunque los niños, no tanto.
De los muchos
trabajos que hizo destacaba el del Sr. Landon, rico empresario galés, cuyo
único hijo fue educado por esta mujer bastantes años, ya que el niño llamado
Raymond, por desgracia, tenía muy mala salud, y casi siempre se encontraba en
cama. La Srta. Shaw era también maestra y el niño aprendió mucho con ella y
sobre todo aprendió el ansia de saber de todo, de estudiar con esmero y de
sobresalir de los demás. Y como el niño era muy inteligente, cuando mayor,
estudió medicina e incluso entró en política, llegando a ser parlamentario y
luego ministro, allá por los años treinta del siglo pasado. Todo un éxito. La
Srta .Shaw estaba muy orgullosa de ello pues, en el fondo, detestaba a la gente
mediocre, que no había alcanzado nada en la vida.
Por eso,
cuando aceptó aquel brevísimo trabajo de parte del Sr. Raymond Landon, lo hizo
encantada y de inmediato. Se trataba de cuidar a un sobrino de éste, llamado
Héctor, un niño de ocho años, de mediana estatura, delgado y con el cabello ondulado
de color negro, hijo de la hermana de su mujer y que
vivía en una bella mansión victoriana muy cerca de Londres (a la Srta. Shaw
siempre le gustaron las mansiones y el dinero). El motivo era muy sencillo. El
hermano del niño había tenido un ataque de apendicitis y estaba ingresado en
Londres y su madre estaba lógicamente con él. El padre del niño había fallecido
el año anterior. Una tragedia familiar. Dadas las tristes circunstancias y lo
inesperado del problema, lo mejor sería contratar a la eficiente Srta. Shaw que
seguro que estaría disponible, se encargaría de todo y a la perfección. Así que
en la bonita y antigua mansión del siglo XIX, solo se encontraban, en aquellos
momentos, la servidumbre, ella y el niño.
Pero lo que no
sabía la pobre mujer era que el niño era muy travieso, agotador, que no paraba
de moverse y de hablar de forma compulsiva y que hacía perder la paciencia a
todos los que le rodeaban. Los minutos, las horas y los días, muy lentamente,
hicieron un efecto negativo en la mujer que empezó a cansarse más y sus nervios
se vieron claramente alterados, diríamos que por primera vez. Sus métodos ya no
eran tan efectivos, ni tan prácticos, quizá eran otros tiempos y la mujer
quedase anticuada. Por eso, cuando llegó el último día, extenuada, sintió un
alivio inmenso. Y se dio cuenta de la dura realidad: de que los años no
perdonaban y que quizá ya era hora de retirarse, de jubilarse.
Serían las
nueve de la noche, el último día, cuando acostó al pequeño que finalmente y
felizmente quedó dormido en su cama, que empezó a llover de forma torrencial.
La verdad es que se originó una gran tempestad, con rayos y truenos y un viento
que iba en aumento. Y hacía mucho frío, un frío invernal.
Cuando
abandonó la habitación y se dirigía a la gran y majestuosa escalera con forma
de caracol, atravesando el ancho y bello pasillo con los cuadros de los
antepasados de la familia a los dos lados y las hermosas lámparas tipo araña en
el techo amarillo, la luz disminuyó notablemente debido a la tormenta. Pero de
forma inesperada, vio a lo lejos… la figura de un niño.
Pero esta vez
no pudo controlarse ya que se asustó muchísimo y se paró en seco. No podía ser…
pero sí, sí, era Héctor, vestido de negro. Pero era imposible que lo fuera,
¿qué estaba sucediendo? Héctor se encontraba en la cama, dormido con su pijama
blanco, en la habitación de detrás.
El niño que la
miraba no decía nada y también permanecía inmóvil, como paralizado, y su
presencia ya daba un poco de miedo, pues aquella escena no era normal y
resultaba extraña. Por unos momentos hasta parecía un fantasma. El rayo que
apareció de repente lo iluminó con fuerza y claridad. Era Héctor, no había duda.
Un escalofrío de angustia se apoderó de la mujer y los latidos de su corazón
fueron en aumento.
Muy asustada
por aquella presencia, solo pudo dar un fuerte grito. Y después del rayo pudo
oírse un ruidoso trueno que hizo temblar los cristales de las ventanas. Y en
aquel instante de tanta tensión acumulada, la Srta. Shaw se desplomó.
Al cabo de
unos momentos apareció una bella mujer de rubios cabellos ondulados y
elegantemente vestida. Todavía no se había quitado su abrigo negro y tampoco
había visto a la mujer en el suelo al final del pasillo. El niño no decía nada.
̶ Oye, Víctor,
no hagas esto otra vez. No subas solo, sin mí. Puedes dar un susto muy grande
sin quererlo. Qué travieso eres. Pobre Srta. Shaw cuando te vea. Espero que no
se impresione mucho. Y encima con este tiempo tan horroroso que hace. Fui una
tonta al no decirle que Héctor tenía un hermanito gemelo e idéntico.
Y así murió la
pobre Srta. Shaw.
De miedo.
7.-EL JARDÍN DE LOS BELLOS SUEÑOS
̶ Sucedió aquí, en este antiguo hotel a principios de los años ochenta del siglo pasado ̶ dijo una bella mujer llamada Iris, de unos cincuenta años, rubia, más bien bajita y de cutis sonrosado, que regentaba aquel hotel con su marido y que se dirigía a un grupo de turistas norteamericanos, europeos y asiáticos de más de cuarenta años.
̶ Dicen que aquello fue
misterioso y sobre todo muy hermoso, ¿verdad? –dijo una feúcha pero simpática
turista canadiense.
̶ En efecto ̶ respondió Iris.
̶ También es muy hermoso vuestro pueblo ̶ dijo entonces un hombre japonés- Y es una
suerte que se encuentre tan próximo a Cork (Irlanda).
Iris no dijo nada pero asintió con la cabeza con una
sonrisa en sus labios.
̶ ¿No es, en este relato,
donde aparecen las banshees, las
hadas que predicen la muerte de un ser cercano?- preguntó entonces un turista
norteamericano.
̶ Las banshees
no aparecen directamente en esta historia. Tienen un papel menor pero muy
significativo. Lo realmente importante es el jardín de este hotel donde se
revivía el pasado. De una manera muy feliz.
̶ Oh ̶ exclamaron sorprendidos los allí presentes.
̶ El jardín de los bellos sueños ̶ dijo un turista alemán grandote ̶ viendo el nombre del hotel.
̶ Sí ̶ afirmó Iris que empezaba a recordar. ̶ Decían que este hotel estaba encantado, pero
para bien; no era un lugar tenebroso, ni mucho menos. Anteriormente fue una
ermita y en tiempos paganos un lugar sagrado, un lugar de culto. Pronto empezó a
decirse que algunos clientes que se hospedaban aquí, tenían unos bellos sueños
que se prolongaban durante una semana seguida. Y que el escenario de ellos era
siempre este jardín que se conserva igual desde hace muchísimos años.
Entonces Iris calló para continuar con cierta solemnidad:
̶ El hermoso jardín, objeto de vuestra visita, de
gente de todas las partes del mundo… es éste.
Y entonces la mujer abrió la gran puerta de madera
que tenía detrás. Todos finalmente lo pudieron ver, atónitos y fascinados.
No era muy grande aunque lo pareciera. Tenía forma
cuadrada y era un poco inclinado. Destacaban árboles de gran altura: abetos,
pinos, cedros y hayas. Un gran manto verde cubría el suelo adornado de pequeñas
flores blancas, amarillas y rojas, principalmente. Sobre todo había margaritas
y amapolas. Y en el medio, un pequeño estanque con nenúfares y pececillos de
colores. Y graciosamente un gran columpio en una de las robustas ramas de una haya ya centenaria. También
habían numerosos bancos para sentarse de color blanco y altas farolas negras
que lo iluminaban por la noche. Y podían verse algunos pájaros, sobre
todo gorriones, sobre la hierba y en las ramas de los árboles. Todo estaba muy
bien cuidado y limpísimo. Incluso había unos pequeños caminos de piedra para
verlo todo mucho mejor.
̶ El último afortunado en realidad fue su abuelo, el Sr. O’Brian, ¿verdad,
cariño? ̶ dijo el guapote propietario de
cabellos rubios y ojos azules como el mar, llamado Richard O’Shea, que se unió a
ellos.
̶ Sí ̶ le
respondió su mujer que miraba el jardín al igual que los turistas, sintiendo
como el viento iba en aumento y las nubes de tormenta comenzaban a formarse ya que
era otoño. ̶ Y debido a la impresión por
todo lo que le pasó, quiso comprar este hotel cuando se puso a la venta curiosamente
pocas semanas después.
Iris explicó lentamente lo que sucedió en aquel
sueño:
̶ “La bella dama, como así llamaban a mi abuela en el
pueblo ya que era muy hermosa, alta, esbelta, de cabellos castaños y ataviada a
la moda, apareció de repente en el jardín que estaba repleto de gente, en una
hermosa tarde de otoño. En su interior, sin saber por qué, pensaba
constantemente en las banshees,
sintiendo una extraña fascinación hacia ellas.
Después de pasear un rato por el jardín, viendo la
belleza de éste, pudo ver a lo lejos a un joven muy atractivo que reconoció en
seguida ya que se trataba de su marido. Los dos contaban unos treinta años y
formaban una bonita y distinguida pareja. El joven era también alto, de cabellos
rizados y barba y bigotes pelirrojos que le daban un aire señorial. Sus miradas
se encontraron entre los allí presentes y fueron
acercándose lentamente el uno hasta el otro hasta cogerse de las manos y finalmente
besarse. Después pasearon juntos y hablaron con los allí reunidos. La gente
vestía elegantemente mientras algunos merendaban, pero extrañamente no se oía casi
nada.
Pero cuando anocheció, y de forma inesperada, la
gente empezó a difuminarse y finalmente a desaparecer. Y cuando la bella dama
vio aquello, esperó a que sucediera lo inevitable, aunque no quisiera, ya que fue
ella la que desapareció finalmente ante la tristeza de su marido. Pero a la
tarde siguiente volverían a encontrarse. Qué extraño era todo. En realidad, el
apuesto joven que era mi abuelo, era el único ser vivo que había allí ya que
los demás formaban parte de su sueño.
Y cuando despertó en la habitación de este hotel,
vio que ya no era joven, sino un anciano viudo bastante enfermo al que le
faltaban las fuerzas. El sueño hizo ver la que fuera en otro tiempo su esposa,
siempre hermosa, dulce y joven, con otros familiares y amigos.
Lo único que lo atormentaba es haber visto y oído a
una banshee el último día de sus
sueños. Era una mujer anciana con el cabello muy largo que se peinaba y que
emitía un sonido terrible que anunciaba una muerte pronta y de un ser muy
próximo. Era lo único que desentonaba de aquel hermoso lugar. Y lo que era peor
de todo: anunció, sin saberlo él, la muerte de su mujer”.
* * *
Cuando los turistas preguntaron, lógicamente, si aquel suceso se había vuelto a repetir y quiénes eran los afortunados para ver aquellos bellos sueños, el Sr. O’Shea dijo que el abuelo de Iris fue el último. Pero no dijo la verdad.
Por
la noche, cuando el grupo de turistas ya se
había ido, a las doce en punto para ser más exactos, cuando dio la
última
campanada el bonito y antiguo reloj de pared del comedor, y como si se
tratara
de una especie de ritual, el matrimonio O’Shea abrió un cajón de un
armario
situado en un pequeño despacho. Y de él sacaron un librito antiquísimo
donde se
leía con claridad, en una de las páginas principales, que el “sueño
mágico” sólo podía ocurrir una vez pero durar una semana seguida,
debido a la posición de la luna y de los planetas. También era
significativo el
fuerte viento del norte cuya presencia era fundamental y de la posición
de algunas
constelaciones. Extraños signos, dibujos y muchos números de muchas
cifras, de
difícil o imposible comprensión, aparecían en otras páginas y sólo el
matrimonio O’Shea sabía su significado.
En cada hoja, como si fuera un registro, estaban
escritos los nombres y apellidos de los afortunados… desde 1818, doscientos
años atrás. Debían ser irlandeses, que destacaran por su bondad, que fueran ya
mayores y estuvieran enfermos. Y que creyeran en aquella leyenda. El próximo
inquilino estaba a punto de llegar, como cada tres años.
Pero sobre todo, y lo más importante y trágico a la
vez, es que deberían ser hombres y mujeres que quedaran ciegos en su vejez.
Al tener aquellos bellos sueños volvían a ver y revivir
tiempos pasados, con sus seres queridos que ya habían fallecido. Y la grandeza
de aquella vivencia los acompañaría hasta el final de sus días que ya estaban
cercanos.
FIN
7 MICRORELATOS DIVERTIDOS (Mark Debrest)
1.-LA PRESENTACIÓN
En una calurosa noche de septiembre, a principios de la primera década de este siglo XXI, se organizó una gran fiesta en un ático de Barcelona. Cuando llegó la última invitada que esperaban, el anfitrión le presentó a los allí reunidos:
̶ Hola, ¿cómo
estás?, mira, te presento a mis buenos amigos y amigas: Ésta es Silvia, vecina
del quinto piso; Oriol, su marido; y éste es Carlos, vecino del primero; y Ona, mi prima; y éste es mi
gran amigo Ricardo, de toda la vida; Roger, amigo del Instituto y Oscar, el
chico de la tienda de abajo.
̶ Mucho gusto
a rodos ̶ dijo con amabilidad–. Pero luego,
inesperadamente, se puso a reír.
̶ ¿Qué te
pasa?
̶ Nada, estaba
recordando.
̶ ¿Recordando?
Pues a qué no puedes recordar el orden de presentación de mis amigos. ¡A qué
no!
̶ Ya lo creo
que sí ̶ dijo ante el asombro de todos
todavía sonriendo. ̶ Y empezó a decirlo con seguridad y rapidez.
̶ Ésta es
Silvia, luego Oriol, Carlos, Ona,
Ricardo, Roger y Oscar.
Todos quedaron muy sorprendidos.
La verdad es que la mujer tenía una memoria
sobresaliente, pero lo divertido del caso, es que con las iniciales de cada
nombre, salió la palabra “socorro” que era en realidad lo que pensaba cada vez
que tenía que ir a las aburridas fiestas que daba su jefe.
2.-SE NECESITA DEPENDIENTA
Y por ese motivo se presentó una chica muy joven que no llegaba a los veinte años, seria, un poco robusta y no muy agraciada, con unas gafas que hacían aumentar el tamaño de sus ojos y que le daban un aire poco inteligente, en una pequeña y bonita pastelería de Barcelona.
A la joven le
extrañó un poco que el dueño le hiciera pocas preguntas y que apenas se fijara
en su currículum. Empezaría ya al día siguiente. A ver cómo le iba.
A partir de
aquel jueves, a las 12 del mediodía, los clientes fueron apareciendo poco a
poco e iban formando la temible y a veces complicada cola. Y para que os quede
claro, cada cliente tendrá un número, para así entender mejor la historia:
1 ̶ Buenos días, quería… ̶ dijo
un señor bastante mayor.
2 ̶ A lo que llegó una mujer también mayor que
se puso detrás del señor.
3 ̶ Y luego otra que se puso detrás de la mujer.
4 ̶ Y otra que
se puso… al lado de la tercera (mal hecho).
5 ̶ ¿Quién es
la última? ̶ dijo también una mujer de
edad avanzada que entró con un bastón.
3 ̶ Soy yo.
4 ̶ No, soy yo. Se equivoca usted.
3 ̶ Perdone,
pero la que se equivoca es usted.
4 ̶ Le digo que no.
Y continuaron
con su pequeña discusión.
6 ̶ Y entonces
apareció otro señor, muy pero que muy mayor que entró y no dijo nada. Y la
situación empezó a empeorar.
7 ̶ Y luego
una mujer que solo dijo un educado pero fatal buenos días.
8 ̶ Y otra
mujer que no pudo saber quién iba delante suyo.
9 y 10 ̶ Finalmente un matrimonio que fue directo al
mostrador preguntando lo mismo ¡Y fue el nº 6 quién contestó! Y a partir de
ahí, el caos general. Ya no había fila, sino un tumulto humano apretado y
enfadado que no sabía el orden en que sería atendido.
La joven se
puso entonces muy nerviosa, nerviosísima, ya que se bloqueó y no reaccionó,
viendo como aquella jauría humana discutía y ya gritaba. Y los gritos iban
dirigidos a ella, principalmente. Por ineficiente al no saber arreglar la
situación, por tonta. Entonces, para más sobresaltos, la pobre, que permanecía
quieta delante del mostrador y sin decir nada, colapsada, con sus ojos que
parecían salir de sus órbitas, viendo aquel espectáculo de pesadilla, empezó a
temblar de forma involuntaria cada vez más y más, y antes de que se
desvaneciera, de forma inesperada y para sorpresa de todos, salió
precipitadamente de la tienda. Aquel fue su primer y último día. Qué mala
suerte tuvo, la pobre, pues no duró ni una hora.
Fue entonces
cuando apareció el alto y corpulento dueño del establecimiento y les dijo muy preocupado.
̶ Gracias por
vuestra actuación. Como habéis visto esta joven tampoco servía para casos de emergencia. Con lo buena que
era la Sra. María que se
jubiló hace ya un mes. Ella sí que era buena en todo. A ese paso mi mujer y yo
deberemos cerrar la pastelería. A ver si la próxima persona que venga es
resolutiva, rápida y eficiente. De que sirven las buenas palabras en una
entrevista y los currículums. De nada. Lo mejor es la práctica, a ver cómo se
desenvuelve el contratado en casos extremos. Y qué mejor que esto. La semana
que viene volveremos a encontrarnos, ¿os parece bien? El viernes a las siete.
Creo que esta vez vendrá un chico de unos veinte años, casi como la chica que
se ha ido ahora. Ay, esta juventud… A
ver si pasa esta prueba de fuego. Ojalá tenga más suerte. Coged, coged unas
lionesas, ̶ dijo entonces cambiando de
tema y señalando con el dedo un frigorífico ̶
os lo tenéis bien merecido.
Todos los
jubilados asintieron encantados y algunos con sus móviles y otros con unas
pequeñas agendas apuntaron el día de la próxima reunión. Qué divertido era
todo, qué bien se lo estaban pasando con esta nueva actividad social y lúdica,
en la que ibas a diferentes tiendas para ayudar al propietario. Y encima, en
este caso, podían comer lionesas, que según decían, era lo mejor de la casa.
3.-VIAJE DE NOVIOS
Todavía recuerdo nuestro viaje de novios que hicimos en Paris, en 2001, mi mujer Fanny y yo. El último día nos dirigimos a un precioso restaurante cerca de la Plaza de la República. Era la hora de comer y los dos estábamos hambrientos ya que veníamos de visitar toda la Avenue Folch, para ver las mansiones que antaño habían pertenecido a celebridades de la política, realeza y cultura, para después ir a la Rue Mandel, donde había muerto la gran cantante María Callas. En resumidas cuentas, una mañana agotadora.
Y hablando de
la gran cantante griega, fue curioso porque aquel restaurante, especializado en
carnes y comida mediterránea, era de propiedad griega, y todos los empleados,
altos y fuertes, también lo eran. Como yo no sabía griego, y para mi vergüenza
tampoco francés, quise hablarles en inglés, pero ellos no lo conocían. Por un
cartel que vimos en una de las paredes bellamente decoradas con pinturas de
esculturas y monumentos griegos, supimos que se había inaugurado hacía casi un
año. Todo estaba muy limpio y había mucha gente. El local era grande. Nosotros
estábamos en la terraza, ya que hacía calor, pues era agosto.
̶ Pide
hamburguesas con patatas fritas ̶ dijo
mi bella mujer, alta rubia, muy guapa y emprendedora. ̶ Yo como soy vegetariana no tengo ningún
problema. Voy a pedir una ensalada griega y de postre tarta de queso.
Mi mujer, de
28 años, de mi misma edad, se fue un momento al baño y entonces yo me dirigí al
mostrador y pedí el plato con las dos hamburguesas y guarnición. Hice una señal
con el dedo. El alto y robusto camarero, inexpresivo total, al señalarle el
plato lo cogió y sonrió…pero no me lo dio ya que fue al interior de la cocina
sin decirme nada.
“Qué
desilusión, pensé. Bueno, pues pediré otro plato”. E hice lo mismo que la vez
anterior señalando con el dedo una sabrosa chuleta de cerdo también con patatas
fritas, a otro alto y fuerte camarero. Igual que la otra vez. El camarero
sonrió, cogió el plato, no me dijo nada y directo a la cocina.
Yo ya estaba
un poco extrañado. Pero cuando quise repetir una tercera y finalmente una
cuarta vez, sin éxito, ya me di por vencido. Me fui a la mesa muy enfadado a la
espera de Fanny. Y cuando finalmente apareció, como un rayo de sol, vio que
todavía no tenía ningún plato en la mesa.
Le expliqué lo
sucedido y se extrañó. Yo, la verdad, es que quería irme de allí, pero me quedé
por ella. Me ofreció un poco de su ensalada griega y comí un poco. Menos mal
que estaba buenísima.
Lo que no nos
pudimos imaginar es que de repente aparecieron los cuatro altos y sonrientes
camareros con los cuatro platos que había pedido en cuatro brillantes bandejas.
Yo quería desaparecer. Los habían cogido para “calentarlos un poco”. La verdad
es que desprendían muy buen olor.
̶ No, no, no … ahora no quiero ninguno –dije
molesto denegando con el dedo.
̶ Coge el plato de las dos hamburguesas,
Harry, que tienen muy buen aspecto ̶ dijo mi práctica mujer ̶ Y
con lo que a ti te gustan con las patatas fritas y esta salsa que debe ser
mostaza… Oye –me dijo de pronto ̶ La
verdad es que esta escena es muy graciosa. ¿Quieres que haga una foto con mi
móvil? Con lo guapo que eres, tan alto, delgado y el cabello rubio tan rizado.
̶ Mejor que
no, cariño ̶ le dije enfadado agrandando
más ya mis grandes ojos azules.
̶ No te
preocupes… Mira, ahí viene el dueño. Ya lo arreglaré. Hablaré en francés con
él. Tú no te preocupes.
Así lo hizo y
todo acabó feliz y satisfactoriamente. Menos mal. Al final comí las
hamburguesas que estaban en su punto.
* * *
Al final de
todo, cuando acabamos de comer, mi mujer sacó un libro de su bolso y vi el
título.
̶ ¿Has
comprado el libro de la “Caperucita Roja”?, ¿es para ti? ̶ pregunté muy extrañado y un poco
preocupado.
̶ Es para mi
madre, Harry. Ya sabes que le gustan mucho los grandes cuentos antiguos, los de
los hermanos Grimm, Andersen y Perrault, el escritor francés. Y ahora que
estamos en París pues he querido comprarlo. Así de simple. Recuerda que hemos
de comprar papel de regalo.
̶ Ya veo, ya.
̶ Si
analizásemos un poco cada personaje de cada cuento nos daríamos más de una
sorpresa, cariño. Por ejemplo…. ¿Qué piensas de “Caperucita”?
̶ Una niña
valiente por ir sola por el bosque ̶
dije yo de inmediato.
̶ O tonta (el
peor insulto para Caperucita, ya lo veréis) por ir sola y hablar con el lobo –
contestó mi mujer con rapidez.
̶ Y parece
dulce.
̶ O fría. Mira
que hablar con el lobo, desconocido y peligroso. Yo hubiera salido corriendo.
̶ Y decidida.
̶ Qué remedio.
Tenía que ir a casa de su abuela. Órdenes de su madre.
̶ Quizá, sí …
amor mío. Mi querida Fanny… ̶ dije
cogiéndole las manos con suavidad.
̶ Uy …, ya veo
que te estás poniendo muy romántico, cariño. Pero…
̶ Que pasa–
dije lenta y pacientemente, mirándola muy enamorado.
̶ ¿Te imaginas
si los personajes de los cuentos salieran de ellos alguna vez? Sería
fantástico. ¿Qué deben pensar? , ¿o sentir? En resumen: ¿Cómo son en la
realidad y no en la ficción?
Y nos besamos,
estando el libro de “Caperucita Roja” encima de la mesa, entre los dos. Un
libro antiguo cuya portada estaba bellamente decorada y dibujada. Seguro que a
Fanny le costó lo suyo.
4.-CAPERUCITA
̶ Hay que ver lo raras que eran las protagonistas de los también raros y crueles cuentos para niños más famosos de la historia –dijo una niña a una mujer mayor, sentadas ambas en dos cómodas butacas en una confortable habitación con una chimenea encendida.
̶ Te refieres
a Cenicienta, Blancanieves y…
̶ La bella
durmiente, entre otros. –dijo acabando la frase con su seriedad característica.
̶ ¿No te gustan estos cuentos?
̶ No mucho
–respondió un poco enfadada y de mal humor.
̶ Yo si hubiera sido Cenicienta ya me habría marchado de aquella maldita
mansión. Siempre sintiéndose humillada, menospreciada y trabajando como una
esclava para su madrastra y hermanastras. Y hay que ver qué valor tuvo
Blancanieves de vivir primero con su madrastra, que quería matarla, para vivir
después con siete enanitos feos y deformes en medio del bosque, y trabajar
tanto y en tantas cosas para ellos. Aunque lo hiciera a gusto; yo ni loca. Y la
bella durmiente tantos años durmiendo sin envejecer, no hay quién se lo crea.
En fin. Claro que son cuentos para niños que se lo creen todo. Pero en realidad
son muy duros y no aptos para éstos ̶
dijo la inteligentísima y culta niña.
̶ Y Alicia en
el país de las... ̶ dijo la mujer mayor
que no pudo acabar la frase.
̶ … pesadillas –terminó la niña ̶ Sin lugar a dudas la peor de todas.
Fue al acabar
aquellas palabras que apareció un resignado lobo por la ventana:
̶ Venga,
Caperucita, deja de criticar a las demás y participa del cuento de una vez.
̶ Ni hablar
–dijo más enfadada todavía. ̶ Estoy
harta de ti y de mamá. Mira que dejarme ir sola por el bosque con un lobo
hambriento que no para de comer. ¿Y por qué no me comes de una vez al verme? ¿Y por qué me
haces tantas preguntas? ¿Y por qué tienes que comer primero a mi querida
abuela? Absurdo. Y mamá. Hay que ser mala para decir que vaya sola por el
bosque y yo tonta por hacerlo. Que vaya ella si tiene valor y no enviar a su
hija. Y yo haciendo otra vez la tonta cuando te miro en la cama de la abuela.
Unas buenas gafas son lo que necesito. Tanto mirar y preguntar, mirar y
preguntar… ¡si parezco idiota! Lo mejor sería que la abuela viniera a vivir a
casa y así no te la comerías. Pero mamá, y mira que es su hija, no quiere, ahí
está el grave problema. Y así no existiría este maldito cuento que tantos
problemas me está provocando ̶
sentenció.
5.-CAPERUCITA (2)
̶ Y otra cosa, mamá ̶ continuó la locuaz Caperucita muy acelerada y nerviosa, por teléfono, en su casi monólogo. ̶ Creo que deberías comprarme una caperuza que no sea roja. Puede ser verde, marrón o azul oscuro, incluso negra que ya sabes que no es mi color favorito, pero no roja ya que es un color muy llamativo y en seguida el lobo puede encontrarme y comerme. Si es que me come de una vez. Vaya triste final, el mío. Aunque mirándolo y pensándolo mucho mejor, creo que el lobo debería cambiar de cuento; el mío debería desaparecer o modificarse. Que vaya al cuento de “Los tres cerditos”. Y qué manía que tienen algunos autores en hacer hablar a los animales. Patético. De hecho, ayer hablé con el cerdo mayor (sí, ya sé que suena fatal, pero es que ya no es tan joven como parece pues ya tiene sus años) el más inteligente de todos, no con sus otros dos hermanos tan holgazanes y que solo piensan en divertirse. Y está de acuerdo conmigo con esta idea. Si son dos lobos los que rodean las casas y soplan a la vez, quizá sus hermanos tengan mucho más miedo y escarmienten más rápidamente y cambien a mejor. En fin, te paso con la abuela que tiene muchas ganas de vivir en casa aunque no te lo diga. La cabaña en la que habita queda muy solitaria, y a su edad debería estar acompañada y no sola, ¿no crees?...No mamá, no son exageraciones.
La niña tapó
un momento el auricular y se dirigió a su abuela que estaba muy sorprendida por
lo parlanchina, dura y segura que era su nieta, y también por su genio e
inteligencia. La verdad es que la niña merecía el título protagonista del
cuento.
̶ Y ahora
habla con mamá y no te ablandes con ella con el tema de ir a vivir con
nosotros, como haces siempre, pues así no conseguirás nada y yo tampoco
–sentenció finalmente.
6.-CAPERUCITA (3)
En la cabaña de la abuela de Caperucita se
encontraban: ésta, la abuela y dos pequeños invitados que eran nada más y nada
menos que los protagonistas de otro cuento: “Hansel y Gretel”, que eran muy
queridos por Caperucita ya que
destacaban por su ingenio, sobre todo Hansel.
En aquella agradable velada, hablaba casi siempre
Caperucita que demostraba ser una niña muy inteligente y madura para su edad. Y
muy pero que muy parlanchina, de una forma compulsiva, sin dejar hablar a los
demás (su único defecto visible) que es lo que sorprendió a los dos niños una
vez la conocieron.
En aquellos momentos estaban hablando del papel de
las “madrastras” en los cuentos, pues
siempre aparecían como muy malas y no sabían el motivo.
Continuó hablando Caperucita:
̶ Y vosotros dos, tranquilos –dijo refiriéndose a
los niños ̶ no sois los únicos que han
tenido o tienen una malvada madrastra. Pero que muy malvada. Es que algunas
eran asesinas en potencia: lo inimaginable. La primera madrastra que recuerdo
de inmediato era la de Cenicienta, que era tan inteligente como mala, con un
corazón tan duro y cruel como el de sus hijas, que creo que no eran muy
inteligentes y poco agraciadas… Y ahora os diré una cosa que os sorprenderá:
Cenicienta vino el año pasado a vernos a la abuela y a mí, ya casada con el
príncipe, y me dijo que ya no hubiera aguantado más con ellas pues estaba al
límite. Es muy buena y simpática, aunque parecía un poco tonta en el cuento por
su comportamiento tan conformista. ¡Ella como criada de las tres cuando en realidad
había nacido en aquella gran casa! Y siempre sucia y mal vestida, la pobre… Yo
le dije que había tardado demasiado en aguantar aquella situación, que lo mejor
era irse de allí, y ella me dio la razón. Suerte tuvo de la hada madrina que se
le apareció otras veces para ayudarla. Lo que no saben muchos lectores de estos
cuentos – y yo lo sé por la abuelita a la que le encanta leer y analizar éstos
en sus diferentes versiones ̶ es que al
final, en una de ellas, las dos hermanastras también se casan el mismo día de
Cenicienta y son siempre felices hasta el fin de sus días, algo absurdo. En
otra versión, las dos hermanas quedan ciegas por los picotazos de las
palomas el día de la boda de Cenicienta. Otra versión, desconocidísima, incluso
por la abuela, hecha por la misma Cenicienta, dice de forma justa y coherente
que antes de la boda las obligó a exiliarse muy lejos, junto a su cruel madre,
mucho peor que sus hijas. Menos mal. Cenicienta tiene carácter e inteligencia.
Y para mí es el mejor final de todos.
̶ También hay Blancanieves ̶ dijo Hansel recordando cuentos.
̶ Sí, y era más joven. Y la madrastra peor todavía,
pues quería matar a la niña. Si la madrastra de Cenicienta era una holgazana
con aires de gran señora, que en realidad no lo era, y que disfrutaba
humillando a la pobre joven en la misma casa donde nació, la pobre Blancanieves
sufrió lo indecible por su hermosa madrastra que estaba obsesionada por su
belleza, pero de una manera anormal, enfermiza. Lástima que tuviera poderes
sobrenaturales. Tanto mirar y consultar su gran espejo mágico. De todas formas
creo que, aparte de mala, no era feliz. Y mira que la madrastra también era muy
hermosa. Y si era menos guapa que Blancanieves, ¡haberse aguantado! Vaya tonta
obsesión. ¿No tenía otras distracciones? Menos mal que al final se murió. Y
también hay varias versiones de su muerte. Pero qué más da. Se murió y punto.
Sino no hubiera dejado vivir en paz a la pobre Blancanieves.
La abuela de Caperucita miraba fascinada a su nieta
por lo habladora que era y por lo que bien hablaba. En aquellos momentos
estaban tomando pastas saladas de hojaldre, ya que después del disgusto y
espanto de los dos niños en su cuento, en la casa de golosinas del bosque…nada
de dulces, dijo Caperucita. Ni golosinas, bizcochos, chocolate, nata,
crema…Nada. Los niños se ponían muy
nerviosos si oían una palabra de éstas e histéricos si la veían. Así que,
aparte de las pastas saladas, también estaban comiendo sabrosos bocadillos
hechos por ella y por la abuela. Y para beber, sólo agua; nada de zumos.
̶ Pues sí ̶
continuó asintiendo con la cabeza y recordando ̶ Hay que ver lo mala que era vuestra
madrastra; la tercera de los cuentos
que creo recordar. Y vuestro padre, y perdonad que os lo diga, bastante tonto
por casarse y hacerle caso en todo. ¡Pero si vuestra madrastra os quería matar!
¿Qué padre lo puede consentir? Ojalá hubiera sido vuestra madrastra la que hubiera ido al bosque y que la bruja se la hubiera
comido a ella. Y final del cuento. O cuento modificado, que en el fondo sería
lo mejor. Y hablando de la bruja que os encontrasteis en el bosque: un poco
tonta también debía ser, ¿no? Toda una casa hecha de dulces... pues que los
coma ella y así no hubiera tenido hambre. O lo vuestro ¿que era?, ¿un capricho
gastronómico? ¡Absurdo! ¿Por qué os quería comer de esa manera desesperada? ¿No
podía comer a algún animal del bosque? Es que en el fondo esa mujer resultaba
ser un monstruo: una anciana bruja, que disfrutaba viendo como sufríais, con
instintos asesinos y caníbal. ¡Pero si tenía todo lo malo! ¡Peor que las
anteriores! ¡Una caníbal!
Esa palabra los niños no la entendieron por la
expresión de sus caras:
̶ Caníbal quiere decir que come a seres humanos –les
aclaró Caperucita ̶ Asqueroso,
repugnante e inmoral. Son cosas que no se hacen. Si empezáis a profundizar en
estos cuentos veréis que son tan perversos, que los niños no deberían oírlos,
ni verlos. Menos mal que al final pudisteis escapar por vuestro ingenio. No me
gusta la gente tonta. No lo puedo remediar y no la soporto. La abuela me dice
que soy muy exigente en todo y que veo gente tonta por todos los sitios.
Ésta la miró y sonrió. Y luego asintió con la cabeza
con resignación.
Caperucita prosiguió.
̶ Y hablando de tontos, ¿sabéis quién el personaje
más tonto de todos los cuentos?
̶ No ̶
dijeron la vez Hansel y Gretel.
̶ Pues el Emperador del cuento de “El Traje Nuevo
del Emperador”. Ya os lo explicaré en otra ocasión.
̶ Caperucita– dijo entonces Hansel con tristeza y
preocupación ̶ es que tenemos un grave
problema en casa. Hemos aceptado tu invitación pero también nos deberías
ayudar.
̶ ¿Qué os pasa? ¿En qué puedo ayudaros? ̶ se
inquietó la niña.
̶ Que papá quiere casarse otra vez ̶ dijo Gretel con
su voz tan aguda e infantil.
̶ ¿¡Que quiere casarse otra vez!? ̶ se sobresaltó Caperucita que se levantó de
un golpe de su asiento para luego volverse a sentar ̶ ¡Madre mía. No puede ser! Bueno, tranquilizaos
–dijo la niña a la vez que su rápida mente pensaba una buena solución ̶ haremos una cosa: cuando conozcáis a vuestra
posible madrastra enviadme una carta. Y decidme vuestra impresión. Entonces
quedaríamos para que yo fuera a vuestra casa, para también conocerla. No me fio
de las madrastras de los cuentos. Y hablaría con vuestro padre de lo que pienso
de ella. Después de lo que os pasó, seguro que me escuchará. Si finalmente ̶ y
Dios no quiera ̶ se volviera a casar con
ella y fuera tan mala como la anterior, tenéis esta casa para vivir, ¿verdad
abuela?
La abuela asintió y los niños sonrieron por aquella
buena noticia. Y Caperucita continuó con un cambio en su relato:
̶ Y un cambio significativo y muy importante de mi
cuento: mi caperuza finalmente será de color
verde y así quedará camuflada en el bosque .Y no de color rojo que es un color
muy chillón y el pesado lobo me encontraría en seguida. La verdad es que habrá algún que otro retoque
necesario en mi cuento. Yo haría lo mismo con el vuestro. Rebelaos. Ya he
hablado con otros protagonistas de otras historias. Es cierto que en todas
ellas debe haber una moraleja, pero que las historias no sean tan malvadas, por
favor. Siglos atrás, en la época
medieval, estos cuentos de tradición oral todavía eran mucho más perversos. En
el siglo XIX se suavizaron, pero aun así…todavía eran crueles. Los tiempos han
cambiado a mejor. En fin… ¿Sabéis que la semana que viene estoy invitada al
Palacio de la Bella Durmiente? Gracias a Dios ella es muy buena y tiene unos
padres también muy buenos y comprensivos. Y un novio que además es príncipe.
Todo perfecto. Y la hada Maléfica ya no existe. Pero hay un pequeño problema
que puede ir en aumento pues ha aparecido una sobrina de esta bruja y puede ser
que el cuento se repita si Bella tiene un niño o niña, pues se casó hace año y
medio. ¿Otra repetición del cuento? No, por favor. El cuento se acabó ahí.
Ahora deben ser felices y comer perdices. No me gustan las segundas partes. La
verdad es que quiero hablar con las dos y encontrar una solución. Un día iré al
castillo. Ya sé la dirección. Mamá me acompañará.
Al cabo de una hora, cuando los dos niños salieron
ya de la casa y se dirigían a la suya, Gretel
dijo a su hermano un poco preocupada:
̶ Oye, Hansel ̶
¿vendrías a vivir aquí en caso que nuestra madrastra fuera también mala?
̶ Sí, pero con condiciones ̶ dijo el listo niño ̶ Caperucita habla demasiado aunque tenga razón
en todo. Tengo un dolor de cabeza impresionante. Algo pensaremos con ella ya
que no aburre ni molesta, aunque no deje hablar casi nunca…a nadie. Quizá deba
salir más de este bosque y esta cabaña y conocer un poco más el mundo, con su
madre. Eso las unirá. Y entonces nosotros podríamos ir a casa de la abuelita
para vivir temporalmente con ella si hiciera falta.
7. LA ABUELA DE CAPERUCITA
̶ Adiós, abuelita. Estaré en casa de mamá dos semanas. Hoy viene Anna, la protagonista de “La pequeña cerillera”, el hermoso cuento del escritor Andersen. Es mi mejor amiga y nos lo pasaremos muy bien. Es necesario salir a veces de los cuentos. La verdad es que es agotador. Y recuerda, Adrian –dijo entonces la niña dirigiéndose a un hombre que estaba sentado en una silla ̶ que prometiste que la casa de la abuela estaría vigilada por otros cazadores. Así la abuela estará más tranquila. Buenos, me voy que se me hace tarde, adiós a los dos ̶ dijo la niña que por fin tenía puestas unas buenas gafas para ver mejor de cerca.
̶ Adiós,
Caperucita ̶ dijeron a la vez la abuela
y el cazador del mismo cuento que la visitaba con asiduidad.
̶ Ay, mi
Caperucita. Cuanto la quiero y ella a mí
̶ dijo la mujer muy contenta en su cómodo sillón verde una vez se
despidió. ̶ Nunca me hubiera imaginado que mi nieta fuera
tan parlanchina, madura e inteligente. A parte de ser buena, ingeniosa y con
una gran agilidad mental. La verdad es que hay muchos adjetivos para
describirla. Quizá a veces sea un poco dura y mandona. Pero sobre todo lo que
más le caracteriza es que le encanta escuchar y leer muchísimos cuentos, como
yo cuando era niña. Eso nos ha unido mucho.
La anciana y
sabia mujer hizo una pausa y prosiguió con lentitud:
̶ Ella está
fascinada y molesta con su cuento. No entiende cómo puedo vivir aquí, sola en
el bosque. Pero sola, lo que es realmente estar sola, no lo estoy. Una muchacha
viene casi todas las mañanas. Y por la tarde vienen conocidos y amistades,
aunque cada vez menos. Lo que no sabe, la pobre, y se va a llevar un gran
disgusto aunque también esté cerca de su casa, es que quizá dentro de dos años
vaya a vivir a la ciudad. Y adiós cuento. En este sentido creo que Caperucita
se alegrará, pues ya está muy cansada de él. Ya hablé con unas amigas mías que
lo van a arreglar todo, sobre todo el tema de la vivienda, claro está. Allí
estaré mejor. Solamente vendría aquí unas semanas, en primavera y en verano,
cuando haga buen tiempo.
El alto y
fuerte cazador de cabellos y barba castaños también quedó muy sorprendido por
aquellas palabras que también le afectaban en el cuento y no quiso preguntar sobre
el tema, al menos por el momento. Luego añadió con su voz grave:
̶ No sabía que
le gustaran tanto los cuentos. Caperucita me dijo un día que le gustaba
investigar y comparar cuentos de todo el mundo.
̶ Es cierto.
He analizado e investigado muchos de ellos.
̶ ¿Cuál es el
que más le gusta a usted y a su nieta?
̶ A Caperucita
le gusta mucho “La pequeña cerillera”, de Andersen, un cuento precioso, que
siempre que lo leo se me caen las lágrimas. De hecho se han hecho tan amigas
que son inseparables y se ven todos los veranos. Y yo estoy contentísima por
ello. En él, la compasión y la pobreza están muy presentes. Y no hay ni
príncipes ni princesas, sino la dura realidad de una familia pobre.
̶ ¿Y a usted?
̶ A mí también
me gusta mucho. Al igual que “El patito feo”, otro de mis preferidos y también
escrito por Andersen, el gran escritor danés.
A la abuela de
Caperucita también le gustaba hablar. Pero para ser más preciso, le gustaba
hablar y dialogar; no como su nieta. Era una mujer dulce, culta, con un hablar
sereno, sensata e inteligente.
̶ Pero para
mí, el cuento que más me fascina es el cuento de “La Cenicienta”. Me han
contado que hasta incluso se ha hecho una película para los niños y que la
versión dulcificada de éste, es el que la gente conoce en la actualidad. Pero
este cuento tiene su historia. Ya lo creo que sí.
̶ Si quiere
explicármela, será todo un honor ̶ dijo
el cortés cazador.
̶ Sí, pero
antes decirte que a veces es necesario salir de los cuentos, como hacemos
ahora, y vivir otras historias, otros momentos, ya que nuestro cuento es
agotador, como los otros, ya que lo leen millones de personas. Al final no
tienes vida propia. En fin… Y ahora te explico la historia.
Entonces la
mujer continuó con más lentitud:
̶ El cuento de
“La Cenicienta” tiene orígenes muy antiguos. Hay una versión china, otra
egipcia y otra griega, con nombres diferentes a los que conocemos y argumentos
bastante parecidos. Eran cuentos escritos. Luego, muchísimos años después, en
la época medieval y en otros países, la gente oía cuentos, como éste. De esta
tradición oral, el escritor francés Perrault, también muchos años después,
escribió este cuento, suavizándolo, porque era de una extrema dureza. También
la escribieron con posterioridad los hermanos Grimm, importantes escritores
alemanes. Los dos finales del cuento son diferentes, más duro en el caso de los
hermanos Grimm. Del escritor francés está inspirada la famosa película con el
mismo título, mucha más dulcificada y con sentido del humor por parte de
algunos personajes secundarios. ¡Incluso cantan! Algo inimaginable para mí.
Esta versión es la que el mundo entero conoce en la actualidad, en el siglo
XXI. En los cuentos antiguos no había sentido del humor porque la vida era
durísima.
̶ ¿Y qué
sucede con el tema de las madrastras? ¿Por qué siempre hay tantas y tienen que
ser tan malas?
̶ Lo que los
autores de estos cuentos nunca se hubieran imaginado es que esta palabra
tendría connotaciones negativas, en muchos casos. Yo misma, cuando la oigo, me
dan escalofríos. El por qué hay tantas madrastras en los cuentos lo desconozco,
la verdad. En realidad en algunos, cómo ”Hansel y Gretel”, era la madre la que
quería matar a sus hijos, por la pobreza en que vivían o por lo que fuere –
dijo la culta mujer que fue maestra en su juventud y que había viajado
bastante ̶ Y para suavizar la historia,
porque resultaba excesivamente duro que una madre quisiera matar a sus hijos,
apareció la madrastra. En los cuentos, al pobre padre casi siempre se le moría
la primera mujer, de la que tendría una hija (no un hijo, qué curioso). Y la
segunda mujer, la madrastra, resultaba ser un monstruo, con todos los defectos
del mundo, algo que nunca entenderé. Una mala mujer, cruel y despiadada. Y con
instintos asesinos.
̶ No lo sabía
̶ dijo Adrian muy atento a las
explicaciones.
̶ Otros
cuentos, para mí también muy importantes, son los de los hermanos Grimm, que
escribieron otra versión de “La Cenicienta” y también las famosas
“Blancanieves” y “La bella durmiente”; tres cuentos clásicos muy conocidos en
el mundo entero. Pero estos escritores también clasificaron muchos y los
popularizaron. También Andersen hizo cuentos preciosos. El último gran cuento,
que mi nieta detesta, es el de “Alicia en el país de las maravillas”. En él hay
una fantasía desbordante y una historia fascinante. A mí me encanta.
̶ Eso
dicen ̶ dijo el robusto cazador que
empezaba a avergonzarse y a arrepentirse por no conocer ningún cuento más.
Y cambiando
completamente de tema, mirándola con cierta preocupación, se dirigió a la
anciana con estas palabras:
̶ Lo único que no entiendo, señora, es por qué
su hija no quiere que vaya a vivir con ella y Caperucita. Para su nieta es como
una obsesión y no lo entiende. Y yo tampoco, perdone usted.
̶ Mira,
Adrian– dijo dulcemente la abuelita ̶ la
verdad es muy sencilla: porque mi hija y yo tenemos caracteres incompatibles.
Nos queremos mucho pero vivir en la misma casa sería distinto. Ella no quiere…
y yo tampoco. Para no disgustar a la niña me hago un poco la tonta y hablo del
tema con cierto desdén… Ay, mi Caperucita
… ̶ dijo con picardía cambiando expresamente de
tema ̶
la verdad es que mi nieta se merece el título del cuento, ¿no crees? .Y
se ha hecho famosa en el mundo entero, desde hace ya muchísimos años. Y de
paso, también nosotros. Y el lobo –concluyó con su característico buen humor.
FIN
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